miércoles, 14 de noviembre de 2018

El chocolate con churros de El Castillo

Chocolate con churros. Foto de Ana María Blanco Estébanez
  
  Nunca entendería cómo hay gente que odia celebrar su cumpleaños, y hasta se enfada cuando les felicitas. A ella siempre le pareció una ocasión para comer, beber y, sobre todo, pasarse varias semanas quedando con su gente. Esas personas que, aunque sólo ve un par de veces al año, sabe que están ahí para lo que sea. Y sí, tenía muy en cuenta quién se acordaba de llamar o mandar un mensaje, porque, más allá de la felicitación en sí, esos detalles suponían saber que había amigos que, aun en la distancia, seguían pensando en ella, aunque sólo fuera ese día especial. Y no, no podía evitar sentir un pinchacito en su corazón cuando, al acabar el día y hacer recuento, veía que faltaba alguien. Esa ausencia le provocaba un doloroso vacío que no había sabido superar a pesar de repetirse un año tras otro.

   Esta vez tampoco había sido una excepción: alguien a quien quería había evitado felicitarla. No había sido un olvido. Estaba segura. Durante todo el año se había ido mostrando cada vez más esquivo. Creía saber la razón, pero, como trataba de explicar a sus amigas, no podía entender que se comportara como un niñato inmaduro.

   Porque ahí estaba ella, en su celebración favorita. Si algo positivo tenía cumplir años en invierno era este día; lo que ellas llamaban la clausura oficial de la operación bikini. Se reunían las cuatro alrededor de una mesa de El Castillo, con sus tazas de chocolate y un enorme plato lleno de churros,  esperando a ver quién era la primera en coger uno.

   Esta vez había tocado un día triste; un día nublado y llorón en el que el sol no se dignó a salir ni un momentito. Pero, como siempre, era una tarde de risas. Ya lo dice el refrán: A mal tiempo, buena cara. Y si se juntan buenas amigas y una deliciosa merienda, la alegría está asegurada.

   -Pero, niña.....¿todavía te sorprende que los hombres se comporten como niñatos inmaduros?- dijo Mamen. 30 años casada. La voz de la experiencia, cómo solía decir. 

   -Si ya lo veías venir. No sé por qué te extraña. Son unos impresentables que sólo muestran interés cuando quieren algo y, si no lo consiguen, pasan y a por otro objetivo-añadió Rita. 10 años divorciada y varios encontronazos, como ella los definía, con hombres bastante impresentables, habían conseguido que su visión sobre "esos animalillos", como solía llamarlos, fuera bastante negativa.

   -No le hagas caso. Algún día tropezarás con el adecuado y verás-señaló con su mejor sonrisa Merche. Ella había tenido suerte. Tras un divorcio nada conflictivo y un reparto de custodia en absoluto problemático, tuvo su "tropezón" con el hombre perfecto, que hacía que, después de más de 3 años de relación, parecieran unos quinceañeros.-Torres más altas han caído-soltó con una carcajada.
  
   -Puede que más altas.....pero no tan firmes-le respondió Elisa, entre risas.-Que no chicas, que ya sabéis que estoy genial así. Además, viendo cómo está el mercado.......ni siquiera me veo tentada a dejarme caer. Y ahora, haced el favor de empezar con los churros que se nos enfría el chocolate.

   Hay cosas de Valladolid conocidas en el mundo mundial. Y hay otras sólo conocidas para algunos privilegiados. Si no dejaba que ninguna de sus visitas se fuera sin ver los monumentos imprescindibles, había tres cosas que mostraba a los más especiales: un paseo por el coso viejo, que dejaba alucinados a todos, una comida en La Parrilla de San Lorenzo (toda una experiencia no sólo culinaria, que dejaba sin palabras incluso a los más exigentes) y un chocolate con churros en El Castillo, que hacía exclamar que, sin ninguna duda, era el mejor que habían probado en su vida.

   -A ver, cómo esperáis que quiera estar con alguien, con los tíos tan raros con los que me encuentro-les recordó mientras terminaba de masticar un trozo de churro.-¿Os acordáis de "el pelucas"?

   Y entonces era cuando empezaban a recordar historias entre carcajadas que terminaban provocando lágrimas y, por supuesto, saboreando churros cubiertos de chocolate.

   ¿Cómo puede haber gente a la que no le guste celebrar su cumpleaños?





Foto y texto Ana María Blanco Estébanez 
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