viernes, 17 de junio de 2022
Todo llega....o no
lunes, 6 de junio de 2022
Val y la buena suerte
Una agonías, sí; lo sabía, lo reconocía y lo aceptaba. Val veía siempre todo lo negativo antes que lo positivo, lo que hacía que viviera en un casi permanente estado de ansiedad, porque, la verdad, Val tenía muy mala suerte, así que había aprendido a prever todo lo previsible y a maquinar las peores situaciones que su mente era capaz de imaginar. Y lo que más la sacaba de quicio era ver que, ante escenarios en los que ella veía llegar la catástrofe, la gente a su alrededor parecía no darse cuenta de nada y seguían como si tal cosa.
Y eso es lo que estaba pasando en ese momento: una comida con sus compañeros de trabajo en la que todo había salido a pedir de boca....y nunca mejor dicho; manjares deliciosos, y una conversación amena y divertida en una sobremesa que estaba a punto de terminar. Fue un instante que apenas duró un segundo, pero Val juraría que la mesa se había movido. Sin embargo el resto siguió hablando como si nada. ¿Habría sido un extraño efecto visual? Pero espera, otra vez; ahora estaba segura: la mesa se movía. Pero si los demás no lo veían, ¿qué estaba pasando?
-Val, cielo, sólo has tomado agua, así que no es un problema de bebida-se dijo a sí misma.
Pero no había duda: era un movimiento apenas perceptible y, si sólo lo veía ella, entonces estaba claro que algo nada bueno estaba pasando. Lo peor que se le vino a la mente fue un ataque de vértigo: era propensa y la última vez había durado más de dos meses, así que de sólo imaginar lo que la esperaba hizo que empezara a preocuparse muy seriamente. Estaba a punto de decirles que se encontraba mal, cuando el redondo tablero se inclinó y cayó sobre ella. El jefe de sala y los camareros acudieron inmediatamente: uno de los caballetes no debía de estar bien abierto y había terminado por cerrarse, dejando de sujetar esa sección de la tabla. Sus compañeros, atónitos, tardaron en reaccionar y se sorprendieron cuando vieron a Val tranquila y sonriente.
-¿Estás bien?-preguntaron, acercándose cuando el mueble volvió a su sitio.
-¿De verdad que ninguno vio que se movía?-preguntó ojiplática.
-¿Se movió?-nadie había visto nada.-¡Qué mala suerte que te cayera encima!
-¿Mala suerte? A ver, como no decíais nada y no he bebido, pensaba que me estaba dando un vértigo, además las copas y los platos estaban vacíos y la vela apagada, así que, cuando han rodado hacia mí, ni me he manchado ni me he quemado. Yo diría que he tenido muy buena suerte....por una vez-les contestó riéndose.
Lo cierto es que había otra razón para que la catástrofe hubiera quedado en un pequeño accidente: aquel enorme tablero pesaba un montón y podía haberla hecho bastante daño, si no hubiera sido porque tenía las piernas cruzadas, lo que hizo que pudiera sujetarlo mejor. Sabía que aquella posición no era la mejor para su espalda ni para la circulación, pero, mira por donde, a veces, saltarse las normas terminaba siendo lo más ventajoso. Y recordó aquel día que....
Montse y ella estaban dando un paseo tras uno de esos cafés de historias interminables, cuando llegaron a un cruce con el semáforo rojo. Esperaron unos segundos y Val, tras asegurarse de que no se veía ningún vehículo, comenzó a cruzar.
-Oye, que está en rojo-la recriminó Montse.
-Tía, que no viene nadie. Podemos quedarnos en la mediana sin peligro.
No muy convencida, Montse la siguió. Un par de segundos más tarde, el semáforo se puso en verde y terminaron de pasar al otro lado. Nada más pisar la acera, un estruendo las hizo girarse, justo para ver cómo un pequeño vehículo aterrizaba, tras lo que parecía un enorme salto, en medio del paso de peatones. Afortunadamente nadie estaba cruzando. La conductora del auto salió tambaleándose, sujetándose el cuello con una mano mientras con la otra iba apoyándose en la carrocería.
-No lo he visto; juro que no lo he visto-decía un chico que salió de la furgoneta que había embestido al coche.
-¿Qué no has visto?¿El semáforo en rojo?¿El automóvil parado? Pero ¿a qué velocidad ibas que has hecho que saltara por los aires?-la gente había empezado a arremolinarse y, mientras unos se acercaban a la conductora para hacer que se sentara a esperar una ambulancia, otros se encargaban del chaval que parecía estar al borde de un ataque de nervios.
Val y Montse observaban la escena desde la acera de enfrente, con el corazón a cien, como si estuvieran viendo una película.
-¿Qué opinas ahora de saltarnos el semáforo en rojo?-preguntó Val-¿Te das cuenta de que, si hubiéramos esperado a cruzar, ahora estaríamos debajo de aquel coche?
Sí, Val tenía una muy muy mala estrella, aunque había veces, poquitas, pero las había, en que sus oscuros pensamientos dejaban de tramar complicadas confabulaciones en su contra, y hasta llegaba a sentirse algo afortunada.