Hasta que no le vio aparecer y acercarse a abrir la puerta del coche, no pudo respirar tranquila. En el fondo seguía teniendo ciertas dudas con respecto a lo comprometido que estaba con ella. No podía evitarlo; el año anterior había sido una decepción tras otra y, aunque en los últimos meses, por fin, le había demostrado que siempre iba a estar ahí para ella, no dejaba de pensar que, en el último momento, volvería a fallar.
Había pasado más de un año desde que, al día siguiente de hacerse la mamografía anual, recibió una llamada de la clínica pidiéndole que volviera para repetirla porque había algún problema y no se veía bien. Toda mujer sabe lo que eso significa: no lo dicen claro para no asustarte, pero algún problema significa que han visto algo que no tenía que estar y que quieren volver a hacerla lo antes posible para asegurarse.
Llevaba un par de años saliendo con él, tan guapo e interesante que no podía creer la suerte que había tenido al conocerle, porque además resultaba que también estaba separado y con niños, con lo que se sentía mucho más comprendida que con los solteros con los que había estado después del divorcio. Si le añadimos que le gustaba salir a correr y el yoga, sólo podía pensar que, al fin, los astros se habían alineado para que se cruzase con el hombre perfecto.
Le llamó para decirle lo que había pasado y el día que tenía que ir a por los resultados. Cuando un par de días antes de la cita recibió un guasa diciendo que se iba a esquiar con sus amigos, supo que se había olvidado de ella. Porque para ser sinceros, no era tan perfecto; tenía un fallo muy gordo: era bastante egoísta y su memoria de pez funcionaba sólo para lo que él consideraba "muy importante". Que se hubiera olvidado de esa cita, vital para ella, le dejó una mezcla de vacío y dolor y le hizo pensar que, quizá, su relación no era tan maravillosa como pensaba.
No fue sola. Ahí estaba una de sus mejores amigas, acompañándola para recibir la fatídica noticia y no dejando que se fuera a casa sin antes desahogarse tomando algo y hablando de.....lo que fuera. Estaban en un bar cuando recibió su llamada diciendo que acababa de llegar, que sentía mucho no haber recordado que era el día de los resultados y que, en cuanto se acordó, se volvió corriendo. Se unió a ellas......y no se separó de su lado durante todo el proceso: operación, tratamiento y lo que ello significa de cambios de humor. Sabía que, a veces, estaba insoportable, pero no podía evitarlo. Como no podía evitar recordar cómo le falló el día de la consulta. Era como si en el fondo esperara que volviera a meter la pata. Y lo hizo.
Cuando se dio cuenta de que perdería todo su pelo, empezó a plantearse el tema de las pelucas. Lo cierto es que le habría dado lo mismo llevar la cabeza pelona o con un pañuelo, pero no quería que sus hijos la vieran así; bastante tenían con saber que estaba enferma. Estuvieron viendo fotos y más fotos, hasta seleccionar las que les parecieron que le quedarían mejor. Eligieron el día para ir a probarse antes de decidirse por una.
Estaba acostumbrada a que no fuera demasiado puntual, pero después de esperarle durante media hora, supo que algo iba mal. Eran casi las 11 de la noche cuando recibió su llamada: lo sentía mucho; había sido una tarde horrible. Primero las cosas se complicaron en el trabajo y salió mucho más tarde. Justo cuando iba a coger el coche.....una llamada de su ex para decirle que su hijo pequeño estaba en el hospital con un fuerte ataque de asma. Le dejó que hablara sin decir nada y, cuando acabó, sin preguntarle ni una sola vez cómo se encontraba ella, sólo pudo decir:
-¿Jaime está bien?
-Sí, con la medicación adecuada ya le tenemos en casa.
-Adiós-Colgó y apagó el móvil.
Se pasó los días siguientes evitándole, hasta que terminó quedando con él para decirle que no quería volver a verle. Sus amigos le habían dicho que estaba muy mal; no comía y apenas dormía. Aún así se sorprendió cuando le vio tan desmejorado. Pero no podía seguir con él. No sabía si le fastidiaba más que se olvidara de ella cuando más le necesitaba o que terminara diciéndole que era una egoísta por no entender que no podía abandonar su trabajo y a su hijo.
Estaba acostumbrada a que no fuera demasiado puntual, pero después de esperarle durante media hora, supo que algo iba mal. Eran casi las 11 de la noche cuando recibió su llamada: lo sentía mucho; había sido una tarde horrible. Primero las cosas se complicaron en el trabajo y salió mucho más tarde. Justo cuando iba a coger el coche.....una llamada de su ex para decirle que su hijo pequeño estaba en el hospital con un fuerte ataque de asma. Le dejó que hablara sin decir nada y, cuando acabó, sin preguntarle ni una sola vez cómo se encontraba ella, sólo pudo decir:
-¿Jaime está bien?
-Sí, con la medicación adecuada ya le tenemos en casa.
-Adiós-Colgó y apagó el móvil.
Se pasó los días siguientes evitándole, hasta que terminó quedando con él para decirle que no quería volver a verle. Sus amigos le habían dicho que estaba muy mal; no comía y apenas dormía. Aún así se sorprendió cuando le vio tan desmejorado. Pero no podía seguir con él. No sabía si le fastidiaba más que se olvidara de ella cuando más le necesitaba o que terminara diciéndole que era una egoísta por no entender que no podía abandonar su trabajo y a su hijo.
Los dos meses siguientes fueron un tira y afloja: necesitaba verle pero no quería darle la oportunidad de volver a herirla. Hasta que un día algo en él cambio; nunca supo cuál fue el motivo, pero empezó a tratarla de una forma diferente y decidió darle otra oportunidad. No se arrepintió porque desde entonces se había volcado de la forma que ella necesitaba. Por eso no dudó ni un instante cuando se lo pidió.
¡Qué guapa estaba! Y pensar que había estado a punto de perderla, no sólo por esa maldita enfermedad, sino por su falta de tacto y de memoria. La verdad es que no creía que todo fuera culpa suya. Es cierto que metió la pata hasta el fondo cuando olvidó la cita de los resultados, aunque no dudó ni un instante en volverse desde la estación de esquí cuando lo recordó. Después no se había separado de ella en los momentos más difíciles. Pero con el tema de la peluca sólo podía pensar que fue una mala pasada de la vida: él estaba dispuesto a ir, pero hay cosas que no se pueden controlar, como que a tu jefe le dé por endosarte a última hora un trabajo superurgente o que a tu hijo le dé un ataque de asma. No esperaba para nada su reacción descontrolada. ¿Acaso esperaba que dejara el trabajo o abandonara a su hijo? ¿Cómo podía ser tan egoísta?
Pero, por encima de todo, lo que más le sorprendió fue ese dolor físico que le hacía deambular por la vida como un sonámbulo. No se acordaba de que tenía que comer, y meterse en la cama por la noche era una agonía porque no había forma de conciliar el sueño. Se pasó semanas llorando a sus amigos, como hacemos todos en estas circunstancias. Hasta que un día quedó con una de sus últimas amigas. No solía hablar mucho con ella, pero le contó toda la historia.....y le sorprendió su respuesta.
-A ver, yo estoy acostumbrada a ponerme siempre del lado de mis amigas cuando algún cabronazo les estropea la vida, así que no esperes que me ponga de tu parte así como así-le advirtió riéndose cuando se sentaron en la terraza del bar.
Después de escucharle sin interrumpirle, tenía muy claro lo que iba a decirle:
-Mira, la cagaste bien cagada al olvidar la cita. Eso ya no tiene solución. Ella te perdonó, pero no creas que pudo olvidarlo. En cuanto al tema de la peluca, ni por un momento pienses que quería que dejaras el trabajo y a tu hijo, pero ten en cuenta que tiene cáncer, que te necesitaba y que, otra vez, le fallaste. Que no tienes toda la culpa, por supuesto, pero podías haberlo hecho de otra forma: ¿Tanto te costaba haberle llamado para explicarle lo que pasaba y que supiera por qué no podías ir?
Le dejó sin palabras y lo único que pudo hacer fue echarse a llorar como un niño pequeño. Pero algo cambió. Decidió que haría todo lo posible por conseguir otra oportunidad. No tenía ni la más mínima duda de lo que sentía por ella, así que lo intentaría como fuera.
Y lo consiguió. Le costó mucho convencerla, pero estaban enamorados y sólo hacía falta que la suerte estuviera de su lado un poquito más. Nunca le contó cómo ni quién le había abierto los ojos para darse cuenta de lo egocéntrico que había sido. Puede que algún día las presentara; estaba seguro de que se llevarían bien. O puede que siguiera manteniendo el misterio.
Ella le sonrió mientras bajaba del coche intentando no pisar su bonito vestido de novia. Él no sabía qué hacer, pero acercó su boca a su mejilla y, tras darle un suave beso, le susurró: "Estás preciosa". Ella le respondió: "Has venido" y se echaron a reír. Era cierto que, con un poquito de suerte, la vida podía ser maravillosa.
Texto Ana María Blanco Estébanez
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