miércoles, 11 de marzo de 2020

Sara y sus rubias



   -Y ahora vamos a presentaros el nuevo trabajo de nuestro amigo Manuel Carrasco: "'¡Qué bonito es querer!"

   Cuando lo oyó, Sara estuvo a punto de cambiar de cadena. No era muy fan del Manu, aunque tenía que reconocer que, al final, sus canciones le terminaban gustando. Bueno, no perdía nada por escucharla, así que dejó el dial donde estaba.

   "Tiene un cañón de alegría disparando en los ojos
   Y todo aquel que la mira se llena de amor...."

   Aunque en su vida había morenas y hasta alguna pelirroja, las primeras letras de la canción le trajeron a la mente a sus cuatro rubias; las cuatro patas en las que se apoyaba su vida cuando se convertía en Sarita Agonías. Sólo la gente para la que cualquier pequeño tropiezo se convertía en un Everest podía entenderla; bueno y esas cuatro maravillosas mujeres que sabían cómo calmarla o animarla o lo que necesitara en cada momento. Y, si bien todas habían pasado por momento duros en sus vidas, la alegría de sus ojos era algo común cuando las conocías.

   "Es el ángel de la guarda para los demonios..."

   Sin ninguna duda era Pepi. La conocía desde hacía casi 15 años y, debido a su delicada salud, fue la única capaz de entender cómo se sentía en una de las peores etapas de su vida, cuando al despertarse cada mañana tenía que analizar qué nueva parte de su cuerpo se unía a las demás para martirizarla de dolor. Dulce, generosa y tan fuerte; a menudo se preguntaba, y le preguntaba a ella, de dónde sacaba esa fuerza para seguir cada día a pesar de todo. Alejadas físicamente, ahora sólo se veían una o dos veces al año, pero gracias a las redes sociales se mantenían en contacto a diario......y siempre unidas en la distancia.

   "Es esa palabra que escucha cada suspirar...."

   Alba, por supuesto. Tan segura de sí misma, con las ideas muy claras y siempre transmitiendo una calma capaz de tranquilizarla en cualquier situación. No sabía cómo lo hacía, pero ante una de sus crisis la escuchaba sin decir nada y, al final, lograba minimizar, que no menospreciar, cada una de sus preocupaciones logrando que viera que todo en la vida tiene solución y que "pre"-ocuparse de las cosas sólo te lleva a situaciones estresantes con las que no se logra nada, excepto ponerte enferma.

   "Ella no supo qué hacer cuando la derrotaron..."

   Lupe, su querida y loca Lupe. Hacía más de 12 años que entró en su vida, llenándola de risas, llanto y todos los cambios de humor que se puedan imaginar. Porque así era ella: sentimiento en estado puro y con el corazón más grande que había visto nunca. Acababan de pasar seis meses sin verse y casi sin hablarse por una absurda discusión telefónica. Cuando la conoció, la vida le había pasado por encima con una serie de trágicas desgracias que la habían convertido en la persona más aprensiva del mundo. Sin embargo, nunca dejó de reír, aunque fuera entre lágrimas. "Ay, Sarita, si me hubieras conocido antes de aquello, entonces sí que era alegre y divertida", solía responderle cuando le decía lo sorprendente que era esa chispa de luz que tenía en los ojos, aunque estuviera hecha polvo.

   "Ella aprendió de las lágrimas, harta de llorar...."

   Ufff....Lidia.....tan encantadora y buena....y tan autodestructiva. La sentía alejarse más y más y no sabía qué hacer para ayudarla. Tenía que encontrar el camino para recuperar las fuerzas y la energía positiva que tenía cuando la conoció. Sólo esperaba que en el trayecto no perdiera para siempre a esa persona dulce y risueña que se ganó su confianza la primera vez que hablaron, hacía ya más de cinco años, y con la que siempre había podido contar cada vez que la necesitó.

   Cuando acabó la canción, tenía una gran sonrisa en la cara. Cogió el móvil, buscó la canción en Google y mandó el enlace a cuatro guasas, acompañado de una sola palabra: "Gracias". En menos de una hora tenía cuatro enormes corazones palpitantes en su pantalla. Sólo esperaba que supieran lo afortunada que era por tener su amistad.




Texto Ana María Blanco Estébanez
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