miércoles, 23 de diciembre de 2020

Imperdonable


https://www.youtube.com/watch?v=VKIiCOZ2Eo4


   El suspiro que soltó al colgar el teléfono era una mezcla de alivio y angustia. Se encontraba en una de esas situaciones en las que te gustaría que un meteorito gigante cayera sobre el planeta para librarte de cumplir con tu deber. Llevaba unos días retrasando aquella cita; apenas podía dormir y la comida formaba en su boca una bola imposible de tragar. Ya no había marcha atrás: en un par de horas se enfrentaría a Nuria intentando que perdonara algo que le haría daño y la enfurecería. Sabía exactamente cómo se sentiría porque ella siempre había estado al otro lado; siempre había sido la ofendida y traicionada. Había intentado ponerse en el lugar de la otra persona e intentar ser comprensiva, pensando que no eran malas personas y que la vida, a veces, pone a la gente en unas circunstancias en las que alguien pierde y alguien gana. El problema es que, por mucho que intentes ser positiva, cuando te hieren, que los demás lo pasen también mal, no es un consuelo.

   Recordaba la primera vez que una amiga se benefició de su inocencia: Esther. Habían estudiado la carrera juntas y se habían hecho inseparables. Cuando le ofrecieron su primer trabajo, le dio mucha rabia no poder aceptarlo: coincidía con un curso esencial para su futuro profesional. El caso era que sólo duraba tres meses, pero ellos necesitaban a alguien ya. De repente recordó que Esther se iba a trabajar a Londres justo cuando ella quedaba libre, así que habló con la empresa y con ella..... y todos felices. 

   Estuvieron tan liadas las dos que apenas hablaron un par de veces durante esas semanas. Cuando llegó el momento y quedaron para que le pusiera al día del trabajo, se llevó una desagradable sorpresa: un tío de Esther, que había sido su segundo padre, había fallecido y su madre se encontraba sumida en una depresión tan fuerte que había anulado sus planes y ya no se iba a Londres, por lo que quería seguir manteniendo el trabajo. Le dijo que eso no era lo pactado, que se estaba comportando como una zorra y que no entendía cómo podía hacerle eso. 

   -Voy a hablar con la empresa: ellos me buscaron a mí, así que seguro que quieren que continúe yo.

   -No te molestes: ellos prefieren que siga yo porque ya conozco el trabajo y les gusta cómo lo hago.

   Ya no pudo decir nada más. Se dio la vuelta para irse.

   -Lo que más siento es que voy a perderte como amiga porque ya no querrás saber más de mí.

   -Estás equivocada: seguiré llamándote, pero serás tú la que no querrás verme, para intentar olvidar cómo te has portado conmigo.

   Y así fue. El cumpleaños de Esther era un par de semanas más tarde y la felicitó. Después de eso, nunca más volvió a saber de ella.


   No sabía cómo empezar a hablar con Nuria. Tenía que tener mucho tacto; ya era bastante con lo que había pasado, como para que una mala elección de las palabras aumentara aún más su enfado. Le pasó con Lucía. Se conocieron en uno de los primeros trabajos que tuvo y fue la encargada de enseñarle el edificio y sus tareas. Su relación fue muy buena hasta que una serie de decisiones y comentarios malintencionados la colocaron en una situación en la que se vio marginada por casi todos sus compañeros. Sólo Lucía parecía seguir apoyándola......hasta que meses después de acabar su contrato se enteró de que fue ella la que empezó su acoso y derribo. Hubo rumores de que iban a echar a alguien y su querida compañera se encargó de despellejarla, intentando que fuera ella la despedida. 

   Estaba en pleno proceso de instalación de su nueva tele cuando sonó el teléfono y, al ver la cara de Lucía en la pantalla, se le paró el corazón. Hacía más de cuatro años que no sabía nada de ella y dudó si contestar o ignorarla. Pero, mientras lo pensaba, su dedo pareció tomar vida propia y se deslizó por la pantalla.

   -Hola, soy Lucía. No sé si te acuerdas de mí.

   -Sí, claro-respondió pensando en  lo imposible que le había resultado olvidarla.

   -Te sorprenderá mi llamada, pero necesitaba pedirte perdón por lo que hice. Sé que fui muy injusta y que te hice mucho daño.

   -Pues sí, la verdad. Pero...un poco tarde, ¿no?

   -Verás-continuó sin dejarla hablar- estoy pasando un momento muy duro: me han encontrado varios tumores. No sé si saldrá todo bien o no, pero necesito limpiar mi conciencia.

   Vaya, así que Lucía tenía conciencia y llevaba todos esos años torturándola. 

   -Sé que lo pasaste muy mal por mi culpa y espero que todo te haya ido muy bien.

  -Ya sabes que me hiciste mucho daño, pero entenderás que no me he pasado estos años dándole vueltas. Simplemente pasé página y he seguido con mi vida.

   -Me alegro de que pudieras superarlo. Como te he dicho, estoy haciendo examen de conciencia y pedirte perdón era una de las obligaciones que tengo para poder quedarme tranquila.

   Acabáramos: no pedía perdón por ella y el dolor que le había causado, sino como una obligación para poder tener la conciencia limpia.

   -Pues nada, ya puedes estar tranquila, que ya lo has hecho. Y ahora tengo que dejarte, que me has pillado en un mal momento.-Y colgó sin dejar añadir a Lucía ni una palabra, para evitar que lo estropeara todavía más.


   Cerró la  puerta de casa y, mientras bajaba las escaleras, se dio cuenta de que todavía no sabía por dónde empezar. Tenía un paseo de casi media hora para decidirlo, aunque imaginaba que, simplemente, dejaría que hablara su corazón.

   Habían pasado poco más de dos meses desde el día que recibió la llamada de Nuria para que la acompañara a una cita a ciegas. Sabía que lo odiaba, pero era la primera vez que iba a quedar con Carlos. Le había conocido en una comida de trabajo y habían congeniado. Llevaban semanas intentando encontrar una fecha para quedar y resultó que, cuando por fin había llegado el día, venía a verle un amigo de la infancia con el que hacía más de tres años que no coincidía. Ella era la acompañante perfecta, le dijo; sería una primera cita poco íntima, pero podrían estar solos algún rato. La sorpresa fue indescriptible cuando vio que el amigo con el que la habían emparejado era Felipe, uno de los hermanos de su ex. Decir que la cita fue un desastre es quedarse cortos: lo intentó por Nuria, para no estropearle la noche, pero Felipe no respondía más que con monosílabos a sus preguntas y sólo mantenía conversación con Carlos, que, viendo la situación tan incómoda en la que se encontraba, terminó hablando con ella toda la noche, mientras Nuria no dejaba de lanzarle miradas asesinas.

   A la mañana siguiente la llamó varias veces, pero no contestó. Pasó una semana antes que se volvieran a ver y Nuria no hizo mención a la desgraciada cita. Parecía contenta y le dijo que estaba intentando quedar con Carlos otra vez, a ver si conseguían estar solos, por fin.

   Para su sorpresa, un par de días después, quien la llamó a la oficina fue él. Insistió en quedar para tomar algo y hablar. No estaba muy segura porque sentía como si estuviera traicionando a Nuria, pero Carlos no paró hasta que dijo que sí. Fue a la cafetería mentalizada de que sería un café rápido y se encontró con la gran sorpresa de su vida:

   -He tardado en llamarte, aunque quería haberlo hecho al día siguiente. Sé que la cita era entre Nuria y yo, pero lo que sentí aquella noche...Ayer volví a quedar con ella y ya no fue lo mismo; no podía dejar de pensar en ti y tuve claro que tenía que decírtelo cuanto antes.....por los tres: antes de que esta situación se me fuera de las manos y el daño fuera mayor.

   Al principio se quedó sin palabras. Era cierto que a ella también le gustaba, aunque no se había parado a pensarlo porque tenía claro que Nuria y él iban a intentar algo. Y resultaba que ahora era ella la que lo podía conseguir. Después de más de dos horas de hablar y hablar, decidieron empezar a quedar y ver si iban a algún sitio o no, antes de decírselo a nadie. Tampoco fue difícil: Nuria se iba tres semanas de vacaciones y, a su vuelta, las empezaban ellos.

   Pero, después de dos meses, tenían claro lo que sentían y decidieron que debían que decírselo ya. No sabían si hacerlo los dos, pero era su amiga y era ella la que tenía que dar la cara.

   -Chica, ¡cuánto tiempo!-le dijo mientras se daban un par de besos.

   Estuvieron hablando unos minutos de lo que había sido su vida desde la última vez que se vieron. Sus manos estaban heladas y temblaban cada vez que cogía la taza. Esperó a que se hiciera un silencio para sacar el tema.

   -Tengo algo que decirte. Sé que te va a doler y a sorprender y no sé cómo hacerlo para que no sea así: Carlos y yo llevamos dos meses saliendo. No te hemos dicho nada porque queríamos saber si era algo serio o una tontería que terminaría en un par de semanas, pero ahora estamos seguros de lo que sentimos y no es justo seguir ocultándotelo.

   Mientras hablaba, la cara de Nuria iba cambiando: roja, enfadada, triste.....hasta que unas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas.

   -Sabía que pasaba algo: cuando hablaba con él era siempre muy correcto pero ya no insistía en quedar. Lo que no podía imaginar es que fueras tú, una de mis mejores amigas. Y encima me lo habéis ocultado. Y además fui yo la que os presentó. Si es que no se puede ser más idiota. Y tú, tú....mira, será mejor que no diga nada más. Adiós-dijo mientras cogía sus cosas para irse.

   -No te vayas así, por favor. Tienes razón en todo lo que dices, pero te aseguro que no fue buscado y no sabíamos cómo decírtelo. No quiero que desaparezcas de mi vida, en serio.

   -Tengo que irme porque no estoy segura de poder controlar mi lengua. Te prometo que te llamo dentro de unos días, pero ahora no puedo hablar contigo.

   Sorprendentemente cumplió su palabra y en una semana volvieron a quedar. Hablaron como las buenas amigas que habían sido siempre y Nuria le aseguró que haría todo lo posible para seguir manteniendo la misma relación, aunque, de momento, prefería quedar sólo con ella, sin Carlos.

   A los tres meses, tomando uno de sus largos cafés, notó que estaba más contenta que de costumbre.

   -¿Tienes algo que contarme? Tienes unos ojillos......Yo diría que pasa algo.....y bueno. ¿Me equivoco?

   -¡Cómo me conoces!-respondió riéndose.-Llevo algo más de un mes saliendo con Guille.

   -¿Guille?¿Tu Guille?¿Con el que nunca bajo ninguna circunstancia te plantearías nada porque era como tu hermano?¿Ese Guille?

   -Efectivamente. Siempre ha estado ahí y un día me di cuenta de que mi vida no sería la misma sin él y....bueno, todo eso que suena a chorrada romanticona, pero ¿qué quieres? He caído.-le contó riéndose.

   Los siguientes meses quedaron varias veces los cuatro. Todo iba genial y parecía que nada grave había estado a punto de destrozar su amistad. Pero un año más tarde Carlos y ella rompieron. Llamó a Nuria llorando, intentando quedar con ella para desahogarse. Sin embargo, lo que oyó al otro lado del teléfono la dejó helada:

   -Bueno, más pronto o más tarde tenía que pasar. Una relación que empieza con una traición no puede durar mucho.

   -¿Cómo?¿De qué hablas?¿De verdad vas a recordar ahora lo que pasó? Pensaba que me habías perdonado.

   -Ya sabes que yo soy de las que perdonan pero no olvidan.-Respondió. Entonces recordó cuál era esa frase que siempre decía cuando alguien hacía algo malo y supo que la había estado guardando para ella, segura de que llegaría la ocasión de usarla.-La venganza es un plato que se sirve frío y sólo tienes que sentarte a la puerta de casa para ver pasar el cadáver de tu enemigo.

   Y colgó.

   

   

Texto Ana María Blanco Estébanez
Todos los derechos reservados




No hay comentarios:

Publicar un comentario