viernes, 15 de marzo de 2019

YO, LA SEÑORA PRESIDENTA






   Llegó el momento que más temía desde que me convertí, 9 años atrás, en la orgullosa copropietaria de mi pisito: ser miembro de la Junta Directiva de  mi comunidad de vecinos. Ya sé que hay gente que lo espera con unas ganas, que a mí me parecen incomprensibles. Pero bueno, para gustos hay colores y yo, desde luego, soy de las que rezaba por que eso sucediera lo más tarde posible.

   Todavía no sé por qué, nosotros hacemos las reuniones anuales los domingos por la mañana y siempre el fin de semana más cercano a San Valentín, aunque el amor no es precisamente lo que más brilla en esas asambleas.

   El año pasado, pensando en lo que se me venía encima, me dispuse a ser la protagonista de la reunión. Para mi alegría, me tocó con una pareja joven que llevaba poco más de un año viviendo con nosotros, y con muchas ganas de implicarse en los temas de la escalera, así que, de lo más encantada, les cedí la presidencia y me dispuse a ser la Vice, que, en nuestro caso, significa ser "la señora de las llaves", porque es de lo único que me tenía que encargar.

   Pero ya me conocéis. Nada de lo que me suele pasar es muy normal y, mucho menos, las cosas suelen ocurrirme según lo previsto.

   Todo fue como la seda los 5 primeros meses.....hasta que llegó agosto. Entonces la feliz parejita me comunicó que se iban de vacaciones, y me adelantaron que él se iba a trabajar a León en septiembre y que se casaban en octubre. Así que me fui haciendo a la idea de que me iba a tocar currar un poquillo.

   En mi portal están los que yo llamo "vecinos patanegra": los que viven allí desde el principio y saben decirte cada grieta y ladrillo del edificio como si lo hubieran construido ellos mismos. Luego está "la segunda generación", que se mudaron hace muchos años y tuvieron que enfrentarse a las grandes reformas de la finca. Y luego estamos "los nuevos", que somos los que llevamos menos de 15 años, casi todas mujeres....y que, por supuesto, normalmente no sabemos de lo que hablamos.

   En el primer asalto dejé bien claro a mis vecinos cómo iba a ser mi gobierno: plaga de cucarachas en el primero. "Pues mira, llamas al administrador, que para eso le pagamos una pasta gansa, y que se encargue de ponerse en contacto con la empresa". A ver, la mayoría son jubilados que no tienen nada que hacer y les gusta estar pendientes de todo, pero una tiene una vida laboral y social... y teléfono tenemos todos, ¿no? Desde entonces nadie me volvió a pedir nada.....o casi nada. Excepto una obsesión que le dio a alguno por si me iba de vacaciones y la comunidad se quedaba sin presidente. Le aseguré que si me iba más de un día le dejaría las llaves a otro vecino y, si pasaba algo......pues a llamar al administrador.

   En el segundo asalto me enfrenté a una vecina nueva que, a punto de cocerse, decidió poner unos toldos y vino a preguntarme sobre el asunto.

   -Aquí debemos ser muy frioleros porque nadie los ha puesto-le dije, riéndome.-En cualquier caso, no recuerdo haber tenido una conversación sobre el tema. Déjame que hable con el administrador para saber si hay que hacer una reunión para decidir colores y todo eso.

   -Ya, pero es que tengo al de los toldos en casa. Ha puesto el pequeño y está preparando todo para poner el de la galería.

   -Y entonces, ¿para qué me preguntas?-le dije ojiplática-Si vas a ponerlos de todas formas, ¿qué más da lo que diga yo? Además, tus ventanas son interiores, así que, al no ser la fachada que da a la calle, tampoco creo que importe mucho-añadí mientras pensaba que sería uno de los puntos a tratar en la siguiente reunión.

   En septiembre, en mi primer día de vacaciones, con el presi en León, me llaman del banco. Que han hecho un ingreso equivocado en nuestra cuenta, que necesitan mi permiso para anularlo y que puedo hacerlo por teléfono.

   -Mira, yo, por teléfono, no hago nada relacionado con mi dinero. Mucho menos con una cuenta que no es mía. A última hora me paso por ahí y lo arreglamos-le contesté, mientras reorganizaba lo que tenía que hacer esa mañana.

   Y llegó octubre con el bodorrio y la luna de miel.......y la sorpresa a la vuelta: aparecen en la puerta de mi casa con dos enormes bolsas y yo, ya sabéis que soy una ingenua, pienso "Ostras, ¡qué majos, si me han traído un regalo!", pero no, claro, eran los bártulos de la comunidad porque.....se iban vivir a León, con lo que me tocaba a mí cargar con todo, que en esos momentos era una amenaza de denuncia de un vecino que consideraba que un problema que tenía en su piso era comunitario y no particular, el remate del arreglo de uno de los patios, y humedades en un bajo, con grandes diferencias sobre si era asunto de la comunidad o del propietario el arreglarlo.

   Y, casi sin darnos cuenta, nos encontramos en Navidad, ese tiempo de paz y amor......hasta que a uno de mis vecinos le dio por mirar al techo del ascensor y decidió que se había fundido un fluorescente. Y va y me dice to pancho:

   -Ya imagino que no cambiarán el fluorescente fundido hasta que cambiemos de Presidente.

   Y yo, que puedo hacerme la tonta, pero que odio que me tomen por una, le recordé que no uso el ascensor y que si tienen un problema con él y no me lo dicen, yo no puedo adivinarlo. Quedé en decírselo al técnico en la siguiente revisión, cosa que hice....y se convirtió en uno de esos momentos "tierra trágame".

   Termina la revisión y me pasa el aparato para que eche la firma.

   -Oye-le digo-¿has cambiado el fluorescente fundido?

   -Pues no, funcionan todos bien.

   -Que no, que se me han quejado de que el del medio no da luz.

   -Ya.....pues es que en el medio no hay fluorescente.

  -¿Cómo no va a haber?-pregunté, ya bastante mosqueada, porque no sabía quién de los dos intentaba quedarse conmigo.

   -Mira, ven y te lo enseño.

   Y allá que fuimos los dos. Y el hombre desmontó el techo para demostrarme que, efectivamente, en el medio ni había ni nunca había habido un fluorescente.

   Desde ese momento, la verdad, todo fue más tranquilito: averías normales endosadas al administrador, por supuesto. Hasta, que, en vísperas de la reunión de este año, se presenta una vecina con el dinero del recibo para que lo lleve al banco.

    -Es que me es imposible ir-me dice.

   Y yo, con el dinero en la mano y cara de estar contando hasta 10.....20......30......pude, por fin explicarle que yo tengo domiciliado el recibo porque no puedo ir al banco. Y que si no puedo ir a llevar mi mensualidad, evidentemente, tampoco puedo llevar la suya.

   -Ya, pero es que no puedo ir a la reunión. Es para que se lo des al administrador y que lo ingrese.

   Una enorme sonrisa apareció en mi cara, al ver que ya habían aprendido que si le  pagamos es para que trabaje él. Y creo que nadie le había hecho trabajar tanto como yo durante estos meses 😇

   Llegó el domingo de la reunión. Yo estaba encantada deseando librarme del marrón; además, todos los vecinos con los que me encontré esa semana me dijeron que el presidente iba a venir, así que esperaba tener una despedida tranquila.....cosa que, por supuesto, no se produjo.

   De camino a los locales, fueron comentando que unos días atrás, en otra comunidad del barrio, las cosas se salieron tanto de madre, que llegaron a las manos. Que sí, que ya sé que hay gente muy exaltada y, cuando te llevas mal con tus vecinos, en esos momentos sale todo lo malo, pero no dejará de sorprenderme que la sangre llegue al río.

   La primera sorpresa fue que el presidente no vino. Bueno, sorpresa para los que esperaban que estuviera allí, claro.

   La segunda.....que allí estaba mi vecina, la que me dio el dinero porque no iba a venir. ¿Estaría vigilándome para comprobar que le entregaba el dinero al administrador?😒

   Decidimos que había que intentar arreglar el problema de humedad del bajo como fuera, prácticamente por unanimidad.Y, a partir de ahí, todo fue de mal en peor. El obsesionado por el fluorescente del ascensor insistía en que estaba fundido y no había forma de hacerle cambiar de opinión, ni siquiera cuando le aseguré que yo, personalmente, había visto el techo; pero claro, qué iba a saber yo.

   Cuando traté el tema de los toldos, nadie sabía por qué lo hacía. Resulta que la vecina en cuestión, que tampoco estaba allí, no había puesto ninguno, así que el resto no tenía ni idea de lo que hablaba. En cualquier caso, conseguí que se eligiera un color para evitar problemas si alguien quería poner uno alguna vez.

   Y llegó el momento que todos estaban esperando: el ataque a los gastos de este año. Porque había un enfrentamiento por el patio en el que se habían hecho las obras, del que yo no tenía ni idea. Como en todas las comunidades, nosotros también tenemos el típico vecino o vecina que siempre protestan por todo. Si se hace...porque se gasta, si no se hace...porque hay que hacer. Si les pasa algo, la comunidad tiene que arreglarlo, pero si les pasa a los demás, resulta que no tenemos que hacerlo. Que siempre quieren que se hagan mejoras o arreglos, excepto cuando están ellos en la Junta Directiva, y entonces no quieren saber nada del tema.Total, que comenzó una discusión a gritos, faltándose al respeto y me vi metida en ella. Primero dije que a mí no me preguntaran, que eso se decidió en la reunión del año pasado y fue cosa del presidente el qué y cómo hacerlo. Así que siguieron, cada vez peor, hasta que llegó un momento que vi que terminaríamos como la comunidad de la que me habían hablado.....a puñetazo limpio. Pegué un grito de los míos y todos se callaron. "A ver, si no queríais que se hiciera la obra ¿por qué no lo dijisteis en la reunión del año pasado? Yo estuve y nadie dijo nada". Y entonces, quise que la tierra me tragara de verdad: "Es que en la reunión del año pasado sólo hablamos de limpiarlo, no de arreglarlo". Yo no lo recordaba así, pero en las actas, efectivamente, sólo se hablaba de limpieza; y lo que dicen las actas.....va a misa. Conseguí que dejaran de discutir entre ellos, pero, al final de la reunión, creo que todos pensaban que yo era más tonta de lo que ya creían; así que, mirando el lado bueno, espero que, cuando dentro de muchos años, me vuelva a tocar ser de la Junta Directiva, me endosen sólo las llaves 😉

   Pero no creáis, tengo unos vecinos de lo más majetes, en serio; si ni siquiera se quejan de la tortura a la que les someto todas las mañanas de fin de semana, cuando pongo la música a toda pastilla y berreo a pleno pulmón mientras hago las tareas de la casa. Sólo los que alguna vez habéis tenido la desgracia de oírme, sabéis lo insufrible que puede llegar a ser 😈

   En conclusión, ¿qué he aprendido de mi experiencia presidencial? Que, hagas lo que hagas, siempre hay algún vecino tocanarices que lo va a criticar, que cuanto más tonta parezcas, menos problemas tendrás, que no puedes tener vacaciones sin que se enteren todos y, sobre todo, que los jubilados tienen mucho tiempo libre para mirar cada céntimo gastado y aprenderse las actas de memoria, como hacían con el Catecismo cuando eran pequeños.


Texto Ana María Blanco Estébanez
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