jueves, 18 de febrero de 2021

Hoy puede ser un gran día.....o no




   Belén abrió un ojo y vio entrar claridad a través de las rendijas de la persiana. No tenía que madrugar, así que no se molestó en mirar la hora. Se dio la vuelta en la cama con una sonrisa en la cara: iba a ser un gran día... y mejor noche; al menos eso esperaba. 

   Cuando entró en la empresa cinco años atrás, descubrió con horror que se hacían dos fiestas anuales: la de Navidad y la de verano. Debido a su timidez, odiaba esos acontecimientos sociales porque solía sentirse muy sola en medio de ese tipo de aglomeraciones; estaba mucho más cómoda en pequeños grupos de gente conocida. La fiesta de Navidad se celebraba por departamentos y no se perdió ninguna: era con los compañeros con los que trabajaba a diario, así que no había problema. En cuanto a las de verano, fue a la primera y juró que no volvería a ninguna más. Lo había cumplido, pero este año era diferente por varias razones: había aceptado todas las oportunidades de mejorar en su trabajo, por lo que había pasado por casi todos los departamentos, así que ya conocía a suficiente gente como para no sentirse aislada en medio de la multitud. Además, en cada fiesta, que se celebraba siempre el último viernes del mes de junio, justo antes de que los empleados empezaran a cogerse las vacaciones, se premiaba la mejor iniciativa o sugerencia que hubiera habido durante el año. Se entregaba una placa y un sustancioso cheque que, unido a la extra, hacía que la persona afortunada pudiera disfrutar de unas muy buenas vacaciones. Su sugerencia sobre cómo optimizar las peticiones de material de los diferentes servicios para agilizar tiempo y evitar duplicidades había resultado la ganadora esta vez, así que era casi obligatoria su presencia; aunque cada vez que pensaba en que iba a ser el centro de atención se le ponían los pelos como escarpias. Y por último, aunque para ella era lo primero, estaba Toño.

   Recordaba haberlo visto alguna vez por los pasillos, pero no fue hasta que empezó a trabajar en el departamento de personal que le puso nombre. Era guapo hasta no poder más y con una cabeza capaz de recordar el más mínimo dato. Eso de salir con alguien con quien trabajas no le iba en absoluto, así que no se planteó nada con él hasta que volvió a cambiar de sección. Nunca se paró a pensar si él sentía el más mínimo interés; ni una sola vez notó que la mirara de forma diferente y su trato con ella era como el que tenía con el resto de compañeros. Pero desde hacía dos meses no dejaba de pensar en esos ojazos negros y, como no era muy lanzada, no sabía cómo tantear la situación. Cuando le dijeron que había ganado el premio y aceptó acudir a la fiesta, sabiendo que él no se perdía ninguna, decidió ir a por todas. Iba a estar tan irresistible que estaba segura de que caería a sus pies, y ya se imaginaba a los dos disfrutando de esas alucinantes vacaciones que se iba a poder permitir ese verano.

   Había pedido el día libre para dedicarse a ella. Tenia planeado cada detalle: no madrugar, una ducha con un exfoliante y una crema que le dejaría la piel suave y olorosa, desayuno, manicura y pedicura, una comida ligera que no le quitara el apetito para la cena, peluquería y maquillaje, y ya sólo le quedaría ponerse la ropa y los complementos que tenía elegidos desde hacía días. Después.....a disfrutar de su gran noche.

   Acababa de darse la crema hidratante cuando sonó el timbre de la puerta. Esperó unos segundos y oyó un par de golpes de nudillos: su vecina Julia. Era la señal que tenían para saber que no era un vendedor plasta y que podían abrir tranquilamente sin ser degolladas por algún psicópata. Decidió ignorarla y pasarse después para ver qué quería, pero el timbre sonó con más insistencia y los golpes en la puerta fueron más fuertes. Algo debía pasarla, así que se envolvió en la toalla de baño y abrió la puerta lo suficiente para poder hablar con ella.

   -Por favor, ven. Es mi madre: se ha caído y no puedo levantarla.

   -Vale, vete con ella. Me visto y voy.

   Se puso unos shorts y una camiseta y corrió hasta la puerta de al lado, que Julia había dejado entreabierta. La llamó.

   -¡En la habitación de mamá!-gritó.

   Cuando Belén entró se encontró a Merce en el suelo, boca abajo y sin moverse, vestida sólo con un camisón de verano. Julia seguía intentando incorporarla, pero era imposible: aunque no muy gruesa, era lo suficientemente grande como para no poder levantarla una persona sola.

   -Espera, vamos a intentar girarla entre las dos.

   Primero la pusieron de lado y luego la dejaron caer suavemente boca arriba. Un pequeño charco sanguinolento apareció en el suelo bajo su cabeza. Tenía los ojos abiertos y parecía asustada, pero era incapaz de moverse o articular palabra.

   -¿Desde cuándo está así?

   -No lo sé. Anoche me quedé en casa de Jaime. Tenía cita para la peluquería a primera hora, así que me ha extrañado que todas las persianas estuvieran bajadas. Cuando he entrado en su habitación me la he encontrado así.

   Julia y Jaime llevaban años saliendo. Cuando iban a fijar la fecha de la boda, los dos se quedaron en paro. Él tenía la casa que le dejaron sus padres, pero ella no quería ser una mantenida. No habían vuelto a encontrar un trabajo que pasara de algunas sustituciones temporales, así que la boda se convirtió en un deseo irrealizable. Sabía que tenían muchos problemas y, de hecho, lo habían dejado varias veces; pero, de momento, podían más sus sentimientos.

   -¿Has llamado a una ambulancia?

   -¿Una ambulancia? No sé....¿Dónde encuentro el número?-Julia estaba claramente en shock. 

   -Llama al 112. Quédate con ella y, si quieres, llamo yo.

   -No, ya lo hago yo. Además, tengo que llamar a mis hermanos. Por favor, no la dejes sola.

   -Tranquila-y Belén se sentó en el suelo, a su lado. El cuerpo de Merce estaba helado, así que tiró de la ropa de la cama y, apoyándola contra su cuerpo, la tapó lo mejor que pudo. Estaba en una postura horrible, pero era imposible moverla y no quería hacerse daño o hacérselo a ella. Se preguntó si estaba consciente; si era así, tenía que estar aterrorizada. Sólo esperaba que sintiera que no estaba sola.

   En menos de media hora llegó la ambulancia, pero a ellas la espera les resultó interminable. Justo cuando se la llevaban en la camilla, después de comprobar que, aunque débil, todavía tenía pulso, llegó el hermano de Julia para ir juntos al hospital.

   -Mucha suerte. Ya os preguntaré qué tal va todo.

   Belén entró en casa y, al mirar el reloj, se dio cuenta de que tenía el tiempo justo para cambiarse y llegar a tiempo a su cita para la manicura y la pedicura. Ni pensar en desayunar, aunque la verdad es que no hubiera podido meter nada en el estómago. De hecho, a la hora de comer, tuvo que obligarse a tomar algo porque seguía con el mal cuerpo que le había dejado lo sucedido por la mañana.

   Cuando salió de la peluquería empezó a centrarse en lo que tenía por delante. Había dejado todo preparado, así que, al llegar a casa se puso el minivestido sin mangas y con una sexi cremallera que lo recorría de arriba a abajo, se aplicó el perfume, se colocó pendientes, reloj, collar, pulseras y anillos y se sentó para abrocharse las sandalias, azulonas como el vestido y con adornos similares al resto de complementos. Comprobó que había metido todo lo que necesitaba en el bolso y cogió la preciosa chaqueta negra con hilos plateados, y calados que dejaban ver el vestido; no la necesitaría de momento, pero seguro que sí lo haría más tarde.

   Tenía tiempo de sobra para llegar al restaurante, así que, antes de salir, se detuvo para mirarse en el espejo del pasillo. Sonrió. No debería ser ella quien lo dijera, pero estaba espectacular: si la ropa resaltaba las curvas de su cuerpo, su lacia melena oscura, transformada en una espectacular cascada de rizos (más de una hora de sudar con las planchas le costó a su peluquera), con un semi-recogido que imitaba un lazo, junto al maquillaje natural, pero resaltando sus preciosos ojos azules, la habían convertido en una chica diferente: guapa, elegante y, a la vez, muy sexi. Esperaba que Toño también pensara igual.

   Siempre celebraban la cena en el mismo restaurante porque no era fácil encontrar uno con salones lo suficientemente grandes y con un precio razonable. Quería llegar pronto para poder elegir sitio y sentarse al lado de Toño en la mesa. Cuando entró en la cafetería, donde les daban un aperitivo mientras esperaban que llegara todo el mundo antes de pasar al comedor, ya había un grupito de compañeros tomando unas cañas. En seguida le vio.....y la vieron. De repente se hizo un silencio y todos se volvieron: al contrario que ella, venían de trabajar, así que, aunque vestidos de una forma correcta, ni ellas ni ellos iban con ropa de fiesta. Belén suspiró y notó cómo se encendían sus mejillas. En fin, ya no había nada que hacer, así que sólo le quedaba una opción: tragarse su timidez y, en vez de asustarse por ser el centro de atención, disfrutar de su noche de gloria.

   Después de la caña, y cuando ya habían llegado casi todos, entraron en el enorme salón. Para disgusto de Belén, ese año lo habían organizado diferente y, como si de una boda se tratara, cada uno tenía asignado mesa y silla. Evidentemente no iba a tener suerte y les tocó en lugares diferentes y distantes. Disfrutó de la cena y, cuando se quiso dar cuenta, estaban en los postres; el momento de la entrega del premio había llegado.

   El Director General pronunció el discurso de rigor. No solía ser excesivamente largo y Belén se preguntaba si no sería el de todos los años; al fin y al cabo, ¿alguien recordaría lo que había dicho? Ya estaba en la parte final, así que prestó atención para levantarse cuando dijera su nombre.

   Se acercó a él, entre los aplausos de todos y con la mejor de sus sonrisas; su mente se quedó en blanco y empezó a temblar pensando que sería incapaz de recordar las breves palabras de agradecimiento.

   -Y, como os estaba diciendo, la crisis en la que continuamos inmersos nos sigue obligando a tomar medidas para economizar todo lo posible. Lamentablemente este año no podemos dar el cheque que siempre ha acompañado a la placa que entregamos a la iniciativa o sugerencia ganadora-añadió mientras le ponía el trozo de metal en las manos.

   Se hizo el silencio. Belén sabía que todos estaban pendientes de ella y quería mantener el tipo como fuera.

   -Muchas gracias-fue lo único que salió de su boca. Se dio la vuelta y se dirigió a su mesa.

   -Bueno, parece que todos economizamos-dijo el Director. Todos se rieron, pero a Belén no le hizo ni pizca de gracia: no había podido hablar más de dos minutos con Toño y, para una vez que ganaba algo, se quedaba sin premio. Adiós a sus vacaciones soñadas.

   Normalmente, al acabar, la mitad de los asistentes se iban a sus casas, mientras el resto seguía de copas en alguno de los bares de la zona. Esta vez no fue diferente y Belén se unió al grupo de los fiesteros; no perdía la esperanza de poder estar con Toño. Pero la noche no estaba a su favor: en el primer sitio al que fueron, cuando ya todos tenían sus bebidas y estaban distribuidos entre los grupos que bailaban y los que intentaban mantener una conversación a gritos, Rubén, el bomboncito de su departamento, al que sacaba casi diez años y que tenía fecha de boda, agarró su cintura y le susurró al oído: 

   -Quiero bailar contigo-la peste a alcohol le hizo echarse para atrás. Aún así, no hubo forma de soltarse de sus garras.

   -A ver, tío, contrólate, que te casas en unos meses.

   -Ya, bueno, pero ella no está aquí....y tú sí-siguió susurrando.

   Estaba segura de que al día siguiente se arrepentiría de lo que estaba haciendo y no quería montar un espectáculo soltándole un bofetón, que era lo que le pedía el cuerpo, así que, recordando la escena de alguna película, le clavó discretamente uno de sus tacones en el pie y no lo levantó hasta que Rubén se dobló dando un grito. Le agarró del brazo y, cuando sus compañeros más cercanos se acercaron para ver qué pasaba les dijo:

   -Ha bebido mucho y su estómago le está pasando factura. Habría que pedir un taxi.

   No hizo falta porque algunos de ellos se iban ya y se ofrecieron a llevarle. Belén se dirigió a la barra a recoger la bebida que tuvo que abandonar cuando la arrastró a la pista de baile y, mientras daba unos sorbos, recorrió el recinto con la mirada hasta dar con él; estaba entre el grupo de bailarines, rodeado de chicas, y a ella no le apetecía pelearse con tanta gata.

   Un rato después, y tras perder a otros miembros del grupo, fueron a otro bar. Toño se ofreció a pedir las bebidas y Belén, viendo que era su oportunidad, se ofreció a acompañarle. Hacía una preciosa noche de verano, así que el resto decidió quedarse fuera mientras ellos entraban en el local.....o lo intentaban: estaba completamente abarrotado. Dieron unos pasos y cambiaron de dirección, pero tampoco había forma de avanzar. De repente una chica, se lanzó al cuello de Toño:

   -¡Cuánto tiempo!¿Qué tal te va? ¿Con quién estás? Quédate con nosotras.....

   La chica siguió gritando pegada a él, que no se volvió ni una sola vez para ver si Belén todavía estaba allí, así que se giró y, entre empujones, logró salir de aquel antro.

   -¿Dónde está Toño?-le preguntaron.

   -Se ha encontrado con unas amigas y le he perdido entre la multitud. No hemos podido pedir porque es imposible moverse ahí dentro. No cabe un alfiler.

   La mayoría decidió dar por terminada la noche, y los pocos que quedaban probaron suerte en el bar de al lado. Al ver que se podía entrar sin problema, uno de ellos mandó un mensaje a Toño para que supiera dónde estaban. Belén dudó si irse ya y, cuando se quiso dar cuenta, había entrado con el resto. Se ofreció a ir a por las bebidas. Estaban preparando las copas de los demás (no sabía cómo eran capaces de tragar tanto alcohol), cuando una voz a su espalda le hizo dar un brinco.

   -Me han dicho que estabas pidiendo y vengo a ayudarte-le dijo sonriendo.-¿Absenta?-preguntó señalando el vaso verde que tenía frente a ella.

   Estaban en una de esas antiguas tascas de la zona vieja donde, cuando todavía se podía fumar, podías salir de allí con un buen colocón. Con el tiempo se había transformado en un bar musical, aunque seguía teniendo ese aire cutre que recordaba de su época universitaria.

   Miró el mejunje y, sin pensarlo, lo bebió de un trago, poniendo la cara de asco que se pone si eres capaz de ingerir ese veneno, ante la sorpresa de Toño, que con los ojos y la boca completamente abiertos, fue incapaz de decir nada.

   -Estos chupitos de kiwi cada vez son más empalagosos-dijo muy seria. 

   -Y además con sentido del humor-respondió él.-Otra sorpresa que me das esta noche.

   -¿Otra?

   -Bueno, ya sabía que eres guapa, pero esta noche....

   -¿En serio? ¿Por qué has tardado tanto en decírmelo?

   -No he tenido oportunidad: en la cena hemos estado en zonas lejanas, luego no te separaste de Rubén y hace un rato me dejaste tirado en el otro bar; me di la vuelta y habías desaparecido.

   -Ya.....no sabía que te habías dado cuenta. Estabas con tus amigas y sentí que sobraba. En cuanto a Rubén.....

   -Fuiste muy hábil con el tacón-así que lo había visto.-Había bebido demasiado y seguro que mañana se siente avergonzado. De todas formas, no le culpes por lo que hizo: estás realmente preciosa.

   Tragó saliva. ¿Por fin se iba a lanzar?

   -Que dicen que si estáis destilando el alcohol. Hay que ver lo que estáis tardando-la voz estridente de Mamen les sobresaltó.-Anda, pero si ya las han puesto. A ver, chicos, despertad, que estamos esperando. 

   Toño cogió un par de vasos y cuando Belén iba a coger los otros, la rubia oxigenada se adelantó.

   -Déjalo bonita, ya las llevamos nosotros.

   Había estado en la empresa toda su vida laboral y sabía todo lo que había que saber, aunque nadie tenía ni idea de a lo que se dedicaba. Miraba a todo el mundo por encima del hombro y se creía imprescindible. Nunca había trabajado con ella, pero los compañeros que sí lo habían hecho echaban pestes sobre lo vaga, charlatana e insufrible que era. La pregunta que todos se hacían era: ¿por qué no la habían echado?¿A quién tenía tan agarrado como para seguir manteniéndola allí a pesar de todo?

   Belén no supo reaccionar a semejante respuesta y, cuando se quiso dar cuenta, habían vuelto los dos a por sus bebidas, que habían dejado en la barra para servir las de los demás. Su esperanza de que cogiera el vaso y les dejara solos se esfumó en cuanto se plantó en el medio y empezó a parlotear sin parar. Se dirigía sólo a él y se fue girando poco a poco hasta dar la espalda a Belén que, sin bebida y completamente marginada, decidió que había llegado el momento de irse a casa. Por un momento pensó en darle un empujón disimulado que derramara el líquido de la copa y tuviera de irse al baño, pero con la suerte que estaba teniendo se temió que terminara cayendo sobre ella. 

   -Bueno, os dejo, que ya se ha hecho muy tarde para mí-les dijo interrumpiendo a Mamen.

   -¿Tan pronto?-preguntó Toño mirándola sorprendido.

   -Déjala, se ve que está agotada. Mira esa carita demacrada.

   Se dio la vuelta sin responder a ninguno pero deseando que todos los males del universo cayeran sobre esa pelandusca.

   Salió y se quedó parada en la puerta del bar. Todavía hacía bueno, aunque ya había empezado a refrescar, así que se puso la chaqueta. Avanzó unos pasos y se paró otra vez. ¿Y si estaba deshaciéndose de Mamen y salía para irse con ella? Al cabo de unos minutos, por fin aceptó la realidad: no iba a salir. Eran casi las cuatro de la mañana, sus pies empezaban a quejarse por llevar horas con los tacones y su estado de ánimo estaba por los suelos. Tenía una media hora de paseo hasta casa, pero decidió ir andando; lo único que faltaba para rematar la noche era que se mareara en el taxi y llegara con el estómago revuelto.

   Durante el camino fue pensando en la mala suerte que había tenido. Era una mezcla de tristeza, enfado y humillación. Dio la vuelta a la esquina para enfilar su calle y vio un coche aparcado a la altura de su portal. "Una parejita despidiéndose", pensó. Se abrió la puerta del copiloto y apareció Julia. Al ver a Belén acercarse la esperó para entrar juntas.

   -¿Vienes ahora del hospital?¿Cómo está tu madre?

   -No, del tanatorio. Lo intentaron todo, pero no superó el ataque y falleció a las cuatro. Ha sido una tarde muy larga. La familia ha empezado a llegar a última hora y no se han ido hasta hace un rato. Me ha traído Jaime; le he dicho que se vaya porque necesito estar sola. Estoy tan cansada....

   -No sabes cuánto lo siento-respondió mientras la abrazaba. En ese momento se dio cuenta de que su desgraciada noche no era nada comparable con lo que habían pasado ellos.
   
   Cuando llegaron a su piso cada una se dirigió a su puerta, pero Julia sacó la llave y su mano empezó a temblar. Ni siquiera pudo acercarla a la cerradura.

   -¿Quieres venir a mi casa? 

   -No. Estarás cansada y no creo que pueda pegar ojo. No quiero que pases la noche en vela por mi culpa.

   -Tranquila; te aseguro que yo tampoco podré dormir. Ya sabes que soy un imán para la mala suerte.....y hoy no ha sido diferente.

   -¿Y eso? Pero si era tu gran noche-respondió Julia sorprendida.

   -Pasa. Preparo unas infusiones y te cuento y me cuentas.

   Y así pasaron las siguientes horas: riendo y llorando juntas, como cuando eran adolescentes y se quedaban a dormir la una en casa de la otra. Al amanecer se habían dormido en el sofá. Una soñando con su infancia, cuando sus padres les protegían a ella y sus hermanos y parecía que fuera a durar para siempre, como si nada malo pudiera sucederles. La otra disfrutando de unas vacaciones perfectas junto a un morenazo de sonrisa encantadora pendiente de sus más mínimos deseos, mientras una camarera rubia de bote y de lo más patosa no dejaba de tropezar y derramarse encima todas las bebidas. Y las dos sonrían por ver cumplidos sus deseos.....aunque sólo fuera en sueños.

   

   
Texto Ana María Blanco Estébanez
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